Denunciamos a Nestlé y Kellogg por engañar

7 de agosto de 2007. El Poder del Consumidor presentó una denuncia contra Nestlé y Kellogg por mantener campañas publicitarias que engañan a los niños y deterioran sus hábitos alimenticios, lo cual viola la legislación mexicana.

“Estamos demandando a la Secretaría de Salud aplicar la mayor sanción contemplada en la ley contra la empresa Nestlé por su anuncio del helado “chocobanana” (Nesquick) que invita a sustituir el consumo de un producto natural por un helado, lo cual viola varios artículos de la Ley General de Salud y su Reglamento”, señaló Alejandro Calvillo, director de El Poder del Consumidor.

Una de las causas del deterioro de los hábitos alimenticios en México es el abandono del consumo de frutas y verduras que, en 14 años, cayó 30%. En cambio, en sólo 7 años aumentó 40% el sobrepeso y la obesidad entre niños de 5 a 11 años de edad, el mayor aumento a escala mundial.

Por otra parte, los anuncios de Choco Krispis y Zucaritas, ambos de Kellogg, proponen a los niños que al consumir esos productos adquirirán cualidades especiales; además sugieren el consumo frecuente de los mismos, lo cual se opone a una dieta sana. Por eso, estos anuncios violan la Ley Federal de Protección al Consumidor.

Las denuncias presentadas se basan en estudios científicos que han demostrado que hasta los 8 años de edad la mayoría de los niños no pueden distinguir entre un programa y un anuncio, y que los publicistas utilizan muy variados recursos para manipular el deseo de los niños.

Paradójicamente, Nestlé y Kellogg son parte del Consejo para la Autorregulación y Ética Publicitaria AC, que promulga el “cuidado en la publicidad dirigida a niños y jóvenes, evitando aprovecharse de su credulidad o falta de experiencia”. Más aún, en Estados Unidos firmaron un acuerdo para “autorregular” sus anuncios, al admitir “la vulnerabilidad especial de los niños, por ejemplo, su inexperiencia, inmadurez, su susceptibilidad a ser engañados o excesivamente influenciados, y su carencia de herramientas cognitivas necesarias para evaluar la credibilidad de la publicidad”.

La realidad es que, advierte Alejandro Calvillo, “esa autorregulación ha demostrado ser un fracaso. Quien debe velar por la salud de la infancia es el gobierno; las empresas sólo velan por sus utilidades”.

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