El lado oscuro de Exxon Mobil
¿Qué hay detrás de la gasolina Esso, que se vende en más de 40 países?
Financiamiento a gobiernos represores, estimulación de conflictos armados para obtener permisos de explotación de recursos petroleros, escasos beneficios para la población de las zonas petroleras, desastres ambientales y engaño al público. Además, financiamiento de campañas mediáticas para confundir y paralizar a los consumidores acerca del cambio climático.
ExxonMobil es la mayor corporación petrolera del mundo. Surgió como Standard Oil Company en 1889. Actualmente es resultado de la fusión, en el año 2000, de las corporaciones Esso y Mobil, y opera en distintas regiones bajo alguno de esos nombres o como ExxonMobil. Sus actividades se extienden por más de 40 países e incluyen la explotación, elaboración y comercialización de productos petroleros y gas natural, así como la fabricación de productos químicos, plásticos y fertilizantes. Solamente de petróleo, esta empresa produce 2.6 millones de barriles de crudo al día.
El episodio más conocido de esta empresa fue el naufragio de su petrolero Exxon Valdez en las prístinas aguas de Alaska.
Sin embargo, la historia oscura de ExxonMobil es mucho más turbia y compleja. Por ejemplo, junto con varias trasnacionales petroleras, ha financiado la guerra civil en Angola con el pago de derechos de explotación petrolera pero también con el envío de armas a través de traficantes, tanto al gobierno como a los rebeldes opositores. Mientras el país se desangra, las petroleras se disputan la costa de Angola, una de las regiones africanas más ricas en yacimientos, donde Exxon Mobil extrae crudo de las profundidades marinas. En ese país, la explotación petrolera no ha beneficiado a la población, que sigue sumida en la miseria.
Asimismo, esta corporación ha establecido alianzas con regímenes autoritarios que a cambio de los beneficios económicos le garantizan facilidades de operación, lo cual ha incluido represión a cualquier movimiento opositor a la empresa. Destaca, en ese sentido, la alianza de Mobil con el general Mohammad Suharto durante su cruenta dictadura militar en Indonesia, caracterizada por el secuestro de opositores y ejecuciones masivas. Frente a las plantas de Mobil, custodiadas por el ejército indonesio, las protestas civiles terminaron en masacres. En junio de 2001, vecinos de un campo de gas natural explotado por Mobil iniciaron un juicio contra esta empresa acusándola de complicidad en ejecuciones, desapariciones, torturas y violaciones perpetradas por militares incluso después de la dictadura de Suharto. La empresa, por supuesto, negó cualquier responsabilidad.
De igual forma, se temía que en Chad las actividades petroleras reavivaran los enfrentamientos armados entre el gobierno y los grupos opositores, como antes lo había hecho la extracción de diamantes, y que los beneficios de la explotación petrolera sólo beneficiaran a un reducido grupo en el poder. Ahí, ExxonMobil pretende extraer mil millones de barriles en un lapso de 25-30 años y conducirlos hasta una de las más bellas playas de Camerún mediante un oleoducto de más de mil kilómetros. De inicio, la sola operación de la empresa expulsó de la región a miles de familias y comenzó a contaminar tierras cultivables y cuerpos de agua, a pesar de los programas diseñados para evitarlo. El rechazo a este proyecto desató persecuciones e incluso, en 1998, un diputado opositor y dos periodistas fueron condenados a 3 años de prisión sólo por haber criticado públicamente el proyecto. Para 2004, ya se habían restringido los derechos civiles y la construcción del oleoducto representaba la mayor inversión privada en África, con el respaldo del Banco Mundial y el Banco Europeo de Inversiones, a pesar de que ambos organismos habían calificado de controversial y oscuro el desempeño financiero del gobierno de Chad. Como era de esperar, los primeros pagos al gobierno fueron usados para la compra de armas, mientras se agudizaban las tensiones sociales en las regiones petroleras y las poblaciones de Chad y Camerún permanecían al margen de los beneficios.
Contaminación
Aunque las actividades más contaminantes de la industria petrolera son la explotación de los yacimientos y la refinación del combustible, la exploración de pozos y el transporte de combustible también causan estragos. El caso más sonado de ExxonMobil ocurrió en 1989, cuando su buque petrolero Exxon Valdez se hundió en las cristalinas aguas de Alaska. Aunque la empresa intentó ocultar el desastre, no pudo disimular la marea negra que contaminó 800 kilómetros de costa y provocó la mortandad de aves, nutrias y focas.
Hasta la fecha, la bahía Prince William, zona en la que fueron derramadas más de 40,000 toneladas de petróleo, permanece contaminada. Aunque en 1991 ExxonMobil se declaró culpable de infringir varias leyes ambientales y pagó más de mil millones de dólares en juicios, a partir de entonces ha utilizado sus recursos económicos y poder para evitar cualquier futura responsabilidad en este caso. Incluso financió un estudio que concluyó que la zona se estaba recuperando y ha gastado millones de dólares en campañas publicitarias para hacer creer al público que es una empresa comprometida con los temas sociales y ambientales. Sin embargo, en realidad no es así. Diversas investigaciones han demostrado que persiste el problema en Alaska y que el petróleo que todavía queda en la zona ha provocado problemas adicionales, lo cual está afectando a peces, nutrias y patos.
A lo largo de la década de 1990, ExxonMobil debió pagar al gobierno estadounidense 125 millones de dólares en multas por contaminar diversas regiones.
Cambio climático
ExxonMobil es uno de los mejores ejemplos de lo que las corporaciones están dispuestas a hacer con tal de mantener crecientes márgenes de ganancias, aunque esto implique poner en riesgo la seguridad de millones de personas o del planeta entero. Las crecientes evidencias del calentamiento del planeta, debido principalmente a la quema desmedida de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo y sus derivados), llevó a esta empresa a impulsar una campaña de engaño dirigida a los consumidores mientras presionaba al gobierno estadounidense para que no adoptara ninguna medida contra el cambio climático e incluso que presionara a funcionarios y científicos que reconocieran este problema.
Desde 1998, cuando se promovía el compromiso de todos los países del mundo para combatir conjuntamente la amenaza del cambio climático, ExxonMobil diseñó una estrategia para introducir la duda entre las sociedades, especialmente la estadounidense, acerca de la veracidad del cambio climático. Agrupó a más de 30 organizaciones “escépticas” (algunas fueron creadas por la propia empresa), las financió y les pidió seguir un plan mediático elaborado por expertos. Bajo este esquema operaron grupos como Frontiers of Freedom Institute, Committe for a Constructive Tomorrow (CFACT), The Cato Institute, The Heritage Foundation y Tech Central Station. Su misión fue “disipar el mito del cambio climático”. El Instituto George C. Marshall, por ejemplo, recibió de ExxonMobil medio millón de dólares, de los cuales 95,000 dólares eran solamente para su “programa de cambio climático”.
También financió al grupo de cabildeo industrial llamado Alianza Científica, que se dedicó a convencer a gobiernos como el de Gran Bretaña para que no suscribieran acuerdos encaminados a combatir el cambio climático. En Estados Unidos, esta Alianza solicitó al gobierno de George Bush en 2003 que despidiera funcionarios ambientales que comenzaban a reconocer el riesgo del cambio climático.
Otro organismo financiado por ExxonMobil fue el Competitive Enterprise Institute, al cual endosó 1.5 millones de dólares. Este organismo operó como asesor de los funcionarios de la Casa Blanca encargados de las políticas ambientales. Su director, Chris Horner, que también dirige la Cooler Heads Coalition, propuso en 2005 a las empresas europeas de energía crear una coalición de política climática para sabotear el Protocolo de Kyoto (único acuerdo internacional diseñado para combatir el cambio climático). En un documento enviado a estas empresas, Horner afirmaba que “en Estados Unidos una coalición informal ayudó con éxito a evitar la adopción de un programa de estilo Kyoto. Este modelo debería ser emulado para guiar esfuerzos similares en Europa”. Y añadía que bastaba con agrupar a 6 empresas que realizaran “pequeñas donaciones iniciales de 10,000 euros o más”.
Otro beneficiado con la chequera de ExxonMobil fue el Heartland Institute, que se encargaba de organizar reuniones “científicas” para negar la existencia del cambio climático y atacar a quienes alertaran sobre este problema global, como Al Gore.
Las organizaciones ambientalistas también están en la mira de ExxonMobil. Para ello ha soportado el 97% del presupuesto de la organización Public Interest Watch, la cual se autodescribe como un perro guardián de las organizaciones no lucrativas y que en los hechos ataca a quienes critican a su amo.
Al financiar estas estrategias, ExxonMobil pudo seguir operando exactamente igual que siempre. Y esa inversión valió la pena. Por ejemplo, en 2005 obtuvo ganancias por 32,000 millones de dólares, precisamente el año que la NASA identificó como el más caliente desde que se tiene registro.
En vez de invertir en investigación y desarrollo de energías renovables, ExxonMobil ha preferido pagar a estas organizaciones para que promuevan su “escepticismo”. Durante una década les ha entregado 23 millones de dólares, una minucia comparada con sus ganancias de 2007: 39,500 millones de dólares.
Pero esa estrategia convirtió a ExxonMobil en enemigo público en Europa y recientemente también en Estados Unidos. Al incluirla por enésima vez en su lista anual de Las 10 Peores Corporaciones, a fines de 2007, Multinational Monitor denunció que esta compañía insiste en desplegar su poder político para impedir que el Congreso estadounidense promueva beneficios fiscales a la energía eólica o elimine subsidios a la industria petrolera.
No obstante, a partir de 2006 creció la conciencia acerca del cambio climático, sobre todo en Estados Unidos, y aumentó el rechazo a las actividades de ExxonMobil. Esto provocó que la empresa, tras una década de desinformar, anunciara a sus accionistas en mayo de 2008 que suspendería su apoyo a 9 grupos “cuya posición acerca del cambio climático podría desviar la atención del importante debate acerca de cómo podrá el mundo garantizar su seguridad energética de una manera ambientalmente responsable”.
No explicó por qué seguirá financiando a otros 28 de esos grupos ni dio detalles de cómo asumirá su responsabilidad como la empresa más contaminante del planeta. Lo cierto es que en 2008 comenzó a enfrentar otro problema: ser identificada como uno de los artífices de la escalada de precios en los combustibles derivados del petróleo.