El encarecimiento de los alimentos
¿Quién gana y quién pierde?
(Ponencia presentada por El Poder del Consumidor en el ciclo de mesas
redondas «México en la crisis alimentaria global», el 21 de agosto de
2008, en la Ciudad de México.)
El encarecimiento de los alimentos está afectando a millones de personas; a unos los está llevando a descender a niveles de pobreza y a otros a sufrir hambrunas. Para la población en general, este aumento de precios acentúa el deterioro de sus hábitos alimentarios. La degradación de la dieta ha venido ocurriendo a escala global y México es uno de los mayores representantes de este fenómeno. La malnutrición, efecto de una dieta pobre, es el mayor problema de salud pública en nuestro país.
La causa principal de la epidemia de sobrepeso, obesidad, malnutrición, desnutrición, la tiene, principalmente, el reemplazo de las dietas tradicionales por alimentos y bebidas procesados industrialmente.
Se considera que la humanidad no había sufrido un cambio tan radical en su dieta, desde el inicio de la era agrícola, hasta que se dio la introducción masiva de alimentos y bebidas industrialmente procesados. Estos nuevos hábitos alimentarios, conocidos como la Dieta de Occidente, son la causa principal de las enfermedades que ahora se expanden como una epidemia global: obesidad, sobrepeso, hipertensión, diabetes, cáncer, enfermedades del corazón, etc. La incidencia de este tipo de enfermedades es significativamente menor en todos aquellos grupos humanos que han mantenido sus dietas tradicionales, ya sean éstas carnívoras o vegetarianas.
Las dietas tradicionales son el producto de un desarrollo cultural basado en la relación de la sociedad con su entorno, en el discernimiento de qué alimentos les brindan los ecosistemas, en el conocimiento de las cualidades de estos alimentos, de cómo comerlos, cuándo comerlos, en qué cantidades, cómo combinarlos… Se trata de una riqueza cultural construida regionalmente a lo largo del tiempo.
Un gran número de estudios confirman que el sobrepeso, la obesidad, la hipertensión, la diabetes, diversos tipos de cáncer y enfermedades del corazón se disparan con la Dieta Occidental, basada en los alimentos procesados industrialmente; incluso se ha demostrado que grupos de migrantes que dejan su dieta tradicional y degradan sus hábitos alimentarios adquieren este tipo de enfermedades, y si regresan a su dieta tradicional esas enfermedades tienden a desaparecer.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, las empresas procesadoras de alimentos se expandieron aceleradamente en México. El resultado fue un rápido incremento en el consumo de sus productos, sobre todo en los últimos 40 años en los que incluso llegaron a las poblaciones rurales más alejadas del país. El Instituto Nacional de Salud Pública estima que estos productos representan ya el 56% de los macronutrientes en la dieta de los niños entre 1 y 4 años de edad.
Las características de los alimentos industrialmente procesados nos explican dos hechos significativos: su amplio dominio sobre los verdaderos alimentos y los daños que generan a la salud. Estos dos elementos responden a la pregunta ¿quién gana y quién pierde con el encarecimiento de los alimentos?
¿Quién gana?
Las empresas procesadoras de alimentos.
Los alimentos procesados tienen sobre todo 4 características:
1.- Son alimentos diseñados para durar más tiempo en los anaqueles. Por esta razón son elaborados a partir de azúcares y harinas refinadas, retirando los componentes que pueden provocar la oxidación y descomposición de los alimentos.
2.- Son diseñados y empacados para ser transportados largas distancias sin alterarse. A diferencia de los alimentos frescos, estos productos resisten el traslado sin riesgo de alteración, maduración temprana o descomposición.
3. Son diseñados para satisfacer y engañar al paladar a partir de una elaborada y compleja ingeniería de alimentos que ha producido e introducido miles de aditivos a los alimentos, para básicamente engañar al consumidor ya que se trata, en su mayoría, de colorantes, saborizantes, espesantes y todo tipo de sustancias que le añaden al producto características artificiales que no posee. A esto se suma el uso masivo de conservadores.
4. Incorporan altísimas concentraciones de azúcares, harinas refinadas, grasas y sal. Esta práctica aprovecha la inclinación que tiene la humanidad a preferir los alimentos con alto contenido de azúcares y grasas, inclinación que tiene un origen histórico y genético en la propensión natural a consumir y almacenar energía para enfrentar eventuales periodos de escasez de alimentos.
Estas 4 características propician que quien gane con el encarecimiento de los alimentos sea la industria que los procesa. Y es que:
– El encarecimiento de los alimentos vuelve aún más difícil el acceso a las frutas y las verduras frescas.
– Las reglas del mercado propician mayor control del abasto y de los precios de los productos por parte de las grandes empresas, ya sean éstas procesadoras de alimentos, cadenas de comida rápida o supermercados.
– La poderosa red de distribución y la permanencia en anaqueles de los alimentos procesados les permiten desplazar a lo que podríamos llamar alimentos vivos. Por ejemplo, lo que predomina en los 700 mil puntos de venta que registra la empresa Coca Cola en México son alimentos procesados.
– Y este esquema se cierra con el uso de aditivos químicos que alteran artificialmente el sabor, la apariencia y la textura de los alimentos, lo cual deforma los gustos e incrementa la demanda de este tipo de productos.
Un caso como ejemplo: La cadena de comida rápida McDonald’s anunció un plan de expansión inmediata debido a que su clientela en Gran Bretaña se está incrementado en 2 millones de personas al mes, debido a una baja en el poder adquisitivo de los ingleses. Miles de británicos, como millones de personas en diversos países, están apretándose el cinturón debido al encarecimiento de los alimentos y otros bienes y servicios, de ahí que opten por comer en restoranes más baratos. Según los nutriólogos, esta nueva realidad afectará considerablemente la salud de las personas, ya que se disparará el índice de obesidad.
¿Quién pierde con el encarecimiento de los alimentos?
La salud de la población, principalmente por 3 razones:
1.- Crece el mercado de los alimentos con bajo valor nutricional. Para lograr durabilidad en los productos y aumentar su permanencia en los anaqueles, el procesamiento de alimentos se ha basado en la refinación de las harinas y del azúcar. Además, se les retiran los componentes que pueden provocar la oxidación y descomposición de los alimentos, aunque muchos de esos componentes sean precisamente los que le aportan cualidades nutritivas. El resultado son alimentos muy pobres: una harina integral con cualidades benéficas para el organismo es transformada en harina refinada nociva para la salud, pero con amplio margen de caducidad.
2.- Se amplía la epidemia de obesidad. Para fomentar la predilección por alimentos altamente energéticos, la industria procesadora añade a los productos altas cantidades de azúcares, grasas y sal, sobre todo en aquellos que fabrica para público infantil. Las consecuencias de esta práctica se han manifestado globalmente con la epidemia de obesidad, con la propagación entre niños y jóvenes de la diabetes tipo 2 (antes llamada diabetes de adultos) y con el desarrollo de hipertensión en niños y adolescentes.
3.- Se fomentan otros daños. Los alimentos procesados incorporan grandes volúmenes de aditivos químicos como saborizantes, colorantes, espesantes, endulzantes, conservadores, emulsificantes, etcétera. Estudios recientes han demostrado que el consumo de aditivos provoca problemas de déficit de atención e hiperactividad en los niños, padecimientos que en México son la principal causa de visitas al psicólogo por parte de los menores. Cabe señalar que el impacto de esos aditivos no ha sido evaluado (y menos su potencial impacto sinérgico, por la combinación de dos, tres o más aditivos en un producto).
Un caso como ejemplo: En sólo 14 años, de 1988 al 2002, el consumo de refrescos en México aumentó 40% entre la población en general y 60% en las familias más pobres. Al mismo tiempo, cayó el consumo de frutas y verduras en 30%. Por otro lado, en el desayuno se ha incrementado el consumo de cereales de caja, productos que contienen del 25 a 40% de su peso en azúcar y el resto de harina refinada. Es difícil encontrar cereales integrales como la avena en las tiendas de barrio, pero no Zucaritas, Choco Krispis y otros productos similares. Así, el deterioro de los hábitos alimentarios en México ha llevado al país a ser la nación que ocupa el segundo lugar en sobrepeso y obesidad, y donde el crecimiento de este fenómeno es el más acelerado del mundo. El sobrepeso y la obesidad afectan al 70% de los adultos, a uno de cada tres adolescentes y a uno de cada cuatro niños. En sólo 7 años, de 1999 al 2006, el sobrepeso y la obesidad crecieron 40% entre los niños de 5 a 11 años de edad.
Otros impactos del encarecimiento de los alimentos
Las dietas tradicionales han perdido presencia ante la invasión de la comida industrialmente procesada, que ha contado con una intensa promoción publicitaria y el abandono de la orientación nutricional por parte del Estado. La publicidad multimillonaria se sustenta ahora en el engaño acerca de las propiedades nutricionales de los productos, pues se pone énfasis en la presencia de ciertas vitaminas, minerales, antioxidantes, fibras, para confundir al consumidor respecto a las verdaderas propiedades de un alimento integral. En esa misma línea han surgido los llamados “tecnoalimentos” que son publicitados no sólo como alimentos sino con propiedades casi medicinales. En contraste, los verdaderos alimentos no reciben esa publicidad, de manera que nadie sabe que una zanahoria no solo posee un valioso antioxidante sino también una veintena nutrientes que no posee ningún producto procesado. Tampoco se publicita la avena, aunque contenga fibra y fitoquímicos que no contiene ningún cereal de caja.
Los alimentos industrialmente procesados no son sólo una amenaza por su impacto directo en la salud, también lo son por todos los alimentos frescos que desplazan, que sustituyen. Son alimentos competitivos; al consumirlos dejamos de lado otros que son indispensables.
Esta alteración de los hábitos alimentarios y el consecuente impacto en la salud de los mexicanos se ven magnificados por el aumento de precios en los alimentos. La única posibilidad de revertir esta tendencia es con programas gubernamentales, como los que ya se implementan en otros países:
Programas de subsidio para llevar verduras y frutas a las escuelas.
Apoyos a los productores locales para fortalecer los mercados regionales.
Campañas de educación nutricional en las escuelas y los medios de comunicación.
Regular y prohibir la publicidad que incite a los malos hábitos alimentarios, en especial la que se dirige a niñas y niños.
Promover los buenos hábitos alimentarios en las escuelas.
Existe una serie de medidas que pueden ser efectivas para recuperar los buenos hábitos alimentarios, sin embargo, el cabildeo encabezado por la asociación ConMéxico, en representación de empresas como Coca Cola, Pepsico, Nestlé, Bimbo y demás empresas procesadoras, está frenando las iniciativas legislativas en el Congreso. Además, gracias a sus fuertes vínculos con la SEP, ha detenido las iniciativas por una alimentación saludable que han surgido en los propios planteles escolares.
La industria procesadora de alimentos continúa desarrollándose gracias a vacíos en las políticas públicas y al apoyo de las políticas agrícolas, que han favorecido sus intereses. Mientras esta situación prevalezca, la industria de los alimentos procesados seguirá promoviendo un modelo de “alimentación” que daña la salud pública e impacta al presupuesto nacional.
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