La chatarra se ensaña con los más pobres

22 febrero 2010. Porque impacta la salud, agrava la pobreza, trastorna los hábitos alimentarios saludables, propicia adicciones y destruye las economías agrícolas locales, la comida chatarra está ocasionando en las comunidades rurales daños que resultan más graves que en las zonas urbanas. Así lo advirtieron especialistas en nutrición al comentar el estudio “Impacto de la presencia de comida chatarra en los hábitos alimenticios de niños y adolescentes en comunidades indígenas-campesinas de la región Centro-Montaña de Guerrero”, realizado por El Poder del Consumidor.

En la región analizada, a pesar de ser una zona rural, 70% de los niños de primaria y 60% de los de secundaria consumen refresco en el desayuno, señaló Xaviera Cabada, responsable del estudio y coordinadora de Salud Nutricional en El Poder del Consumidor. Asimismo, más de la mitad de los alumnos encuestados de primaria y secundaria toman refrescos 3 o más veces al día, en detrimento de otros alimentos como las frutas o la leche, conducta que parece estar relacionada con las horas que pasan ante el televisor. El impacto en la salud se verá en pocos años, como ya ocurre con sus familias, pues 4 de cada 10 niños consultados dijo tener algún familiar con diabetes.

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Opiniones especializadas

Marcos Arana, investigador del Instituto Nacional de la Nutrición en Chiapas y director del Centro de Ecología y Salud para Campesinos en esa entidad, afirmó que la presencia de comida chatarra en las zonas rurales constituye “un problema de seguridad nacional” porque esos alimentos propician la formación de personalidades adictivas, destruyen la agricultura local y causan daños a la salud de esa población que transfiere sus limitados recursos económicos hacia las empresas procesadoras de alimentos y bebidas, lo cual perpetúa sus condiciones de pobreza y dependencia.

El doctor Arana dio dos datos alarmantes: por un lado, la papilla “Nutrisano” entregada como parte de los apoyos del programa Oportunidades tiene una proporción altísima de azúcar, lo que convierte a los niños en adictos al endulzante aún antes de cumplir su primer año de vida. Por otro lado, un tercio de las escuelas secundarias carecen de agua potable, pero en Chiapas esta situación se presenta en más de la mitad de los planteles; sin embargo, todas las escuelas venden refrescos.

La doctora Julieta Ponce, del Centro de Orientación Alimentaria, advirtió que la población más vulnerable es precisamente la de las zonas rurales, y en particular los menores de 5 años. Lo trágico es que esos sectores se encuentran atrapados por un “mercado cruel” que los lleva a consumir grandes cantidades de comida chatarra incluso como parte de un deseo “aspiracional”, difundido por la televisión y cumplido por la escuela. Esto es lamentable porque los comedores escolares podrían ofrecer mejores alimentos a menores costos, respaldando procesos de economía solidaria y garantizando la seguridad alimentaria.

Por su parte, la maestra en Ciencias Catarina Illsley, coordinadora de Manejo de los Recursos Naturales en el Grupo de Estudios Ambientales AC, criticó las políticas públicas, tanto agrícolas como culturales, porque han devaluado la extraordinaria riqueza de la gastronomía regional e indígena. Señaló que en la década de 1970 una huerta en la comunidad maya podía contener más de 100 variedades de alimentos y el conocimiento tradicional reconocía más de 180 plantas comestibles. Esa riqueza fue desplazada por el mercado de comida chatarra, con el apoyo de las políticas oficiales.

La maestra en Ciencias Dolores Rojas, coordinadora de Campañas y Vinculación en Oxfam México, comentó que este cambio en los patrones alimentarios es el resultado de decisiones de gobernantes “que han renunciado a su función de servidores públicos sin dejar de cobrar por ello”. Con ello, han permitido una expansión desmesurada de la comida chatarra. Por eso, dijo, hoy se requieren medidas estrictas empezando por la regulación de los monopolios.

El doctor Abelardo Ávila-Curiel, investigador del Departamento de Nutrición del Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán”, advirtió que los daños que está ocasionando la comida chatarra “ponen en riesgo la viabilidad de nuestro país” por los estragos que ya causa en la salud pública. Categórico, afirmó que el consumo de la comida chatarra causa daños a la salud de 3 a 5 veces superiores al tabaquismo. Por eso, consideró inaceptable la renuncia sistemática de la obligación del Estado de garantizar la salud y la alimentación sana para todos los mexicanos, sólo por favorecer intereses privados. Al ser rehenes de estos intereses, los sectores más pobres viven desnutrición en sus primeros años y obesidad posteriormente, con el grave daño metabólico que esto conlleva. En ese esquema perverso, dijo, han entrado los programas Oportunidades, 1 Kilo de Ayuda y otros similares. La muestra de ello es que los mayores problemas de desnutrición se vienen presentando entre los niños “beneficiados” por esos programas.

Todos los ponentes coincidieron en que: 1) no sirven los acuerdos voluntarios como el suscrito entre el gobierno federal y las empresas productoras de chatarra, y 2) se requieren políticas y normas estrictas para regular la venta, el etiquetado y la publicidad de la comida chatarra.