Qué hacer con el agua hedionda que llega al DF

28 junio, 2012 | : Salud nutricional

28 junio 2012. Durante las últimas semanas, los habitantes de la Ciudad de México han recibido por el grifo agua «apestosa». A muchos les preocupa que esa agua esté contaminada y que sea dañina.

Las autoridades han dicho que el olor se debe a la presencia de una sustancia llamada “geosmina” y que la produce un alga.

El director general del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, Ramón Aguirre, afirma que esa especie de alga se encuentra en el agua de las presas de Valle de Bravo y de Villa Victoria, las cuales abastecen al Sistema Cutzamala, que a su vez surte el líquido de gran parte del Valle de México. (La Comisión Nacional del Agua replicó que “sólo” 28% del agua que se distribuye en la Ciudad de México proviene de esa región.)

Asegura la autoridad que aunque el agua tiene mal olor y sabor a humedad, no representa un riesgo para la salud.

Sin embargo, el doctor Luis Zambrano y la doctora Marisa Mazari, ambos investigadores de la UNAM, explican que la geosmina puede ser tóxica y provocar en personas sensibles irritación de la piel y de ojos, así como malestares estomacales.

Además, Mazari señala que la Conagua debe explicar con mayor precisión las medidas que aplica para limpiar el agua, como el uso de carbón activado o añadir más cloro, pues un exceso de cloración es riesgoso, ya que puede generar trihalometanos (cloroformo, bromoformo, clorodibromometano) que son cancerígenos a largo plazo. Por ello, es urgente impedir que rastros, hoteles y restaurantes descarguen sus aguas residuales a los embalses del sistema Cutzamala, así como regular las actividades recreativas.
 

Para cuidar nuestra salud

Zambrano afirma que la geosmina se evapora al hervir el agua, pero aún se está investigando si no deja residuos que puedan ser perjudiciales. Otra opción es usar filtros con carbón activado, aunque no sean eficientes al 100%.

“A corto plazo podemos hervir el agua, comprar agua embotellada o resignarnos a tomar agua con olor y sabor desagradable, pero en el largo plazo es fundamental exigirle a las autoridades que cuenten con planes para un manejo de agua sostenible, que incluyan contar con plantas potabilizadoras que tengan filtros de carbón activado y sean capaces de cubrir esos problemas que nos afectan de manera directa”, afirmó.

De acuerdo con la Norma Oficial Mexicana (NOM-127-SSA1-1994), los mexicanos tenemos derecho a consumir un agua sin color, ni sabor, ni olor.

Sin embargo, el agua que está llegando a gran parte del Valle de México tiene sabor y olor pestilente.

No obstante, las autoridades afirman que esto no representa un riesgo para la salud pública, porque no ha ocurrido “un disparo de enfermedades gastrointestinales”.

Es indispensable que las autoridades ofrezcan información completa, que notifiquen si las altas cantidades de algas en el agua de las presas se deben sólo a la época de secas o también a la elevada contaminación del agua.

Asimismo, la sociedad desconoce las consecuencias potenciales a mediano y largo plazo por el uso y consumo de esta agua pestilente.

De dónde viene la geosmina

Zambrano y Mazari explican que durante la época de secas las presas y los lagos del país cuentan con poco agua, alta concentración de nutrientes y una temperatura mucho más alta que durante el resto del año. En ese ambiente, las algas pueden reproducirse muy rápido y cambiar en pocos días las condiciones de una presa.

Además, existen en el agua varias especies de algas y cada una de ellas responde diferente y produce distintas sustancias.

Algunas de esas sustancias no producen ningún daño, pero otras tienen potencial tóxico para los seres humanos, como la geosmina. A esto se puede sumar la presencia de otros microbios, como bacterias, virus o parásitos, en especial si el embalse recibe aguas residuales como ocurre con el sistema Cutzamala, al que llegan descargas de rastros, restaurantes y hoteles.

Incluso se sabe que en Valle de Bravo se ha presentado en años anteriores una variedad de alga que produce una sustancia tóxica llamada “microsistina”, la cual provoca daños al hígado no perceptibles de inmediato.

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