Locos por las compras, agobiados por las deudas

15 febrero, 2013 | : Servicios Bancarios

15 febrero 2013. Casi 9 millones de mexicanos adeudan $170,561 millones de pesos por compras con tarjetas de crédito, según datos del Banco de México. Este monto supera en 6.8% la deuda alcanzada en 2011.

Se dice que por eso Banxico incrementó el pago mínimo mensual en las tarjetas de crédito, con la intención de “ayudar” al consumidor a liquidar más rápido sus deudas.

Es claro que el consumidor necesita una ayuda más radical, ante un escenario de frenético estímulo al consumo e ínfimo control de la banca. No es casual que entre enero y noviembre de 2012 los 42 bancos comerciales que operan en México hayan obtenido $44,400 millones de pesos en utilidades sólo por cobro de intereses. Esto representó el 57% de todas sus ganancias, mismas que crecieron en 25% con respecto a las obtenidas en 2011. Queda claro que lo ideal para la banca es que los consumidores hagan un mal uso de sus tarjetas.

De ahí el bombardeo mediático, incitado por las empresas, aguijoneado por los bancos, con la complacencia de las autoridades, para que los consumidores intensifiquen el uso de dinero virtual para adquirir bienes y servicios que los encadenarán a las modernas tiendas de raya.

Así, la vieja conseja de “adquiere sólo aquello que se encuentre al alcance de tus posibilidades” queda sepultada por el tsunami del consumismo. Lo mismo ha ocurrido con la “cultura del ahorro”. Ahora los bancos insisten en que el consumidor dé rienda suelta al principio del placer y acate el lema publicitario “La vida es hoy”.

El riesgo es real y enorme. La sociedad española lo vivió hace una década, cuando se le hizo creer que “poder adquisitivo” era sinónimo de “acceso al crédito”. Masivamente, los consumidores se engancharon en planes de pago para una casa propia (de preferencia con alberca), un coche del año, lo último en avances tecnológicos, nuevo guardarropa al cambio de estación… todo lo deseable era accesible, de fiado y a plazos cada vez más largos.

Durante 2004 la deuda de las familias españolas creció 20%, para llegar a €526,000 millones de euros y colocarse 3% por arriba de lo que obtenían de ingresos. Y pronto miles de familias cayeron en la insolvencia propia de este esquema de consumo. La ley española incluso debió permitir que los ciudadanos recurrieran a una figura que hasta entonces sólo usaban las empresas: declararse “en suspensión de pagos”.

La situación se tornó catastrófica cuando se presentaron los imprevistos, como al llegar la crisis financiera de 2007 que provocó el derrumbe para miles de familias.

Los especialistas calificaron este fenómeno como “consumo de ficción”: las familias adquirieron lo que hasta un día antes les resultaba inaccesible. Se trataba en buena medida de bienes prescindibles y de alto costo, como los productos electrónicos de última generación (televisores, teléfonos, reproductores de video, equipos de sonido, computadoras).

Esta incitación al consumismo suele enfocarse a los jóvenes, por ser el sector menos dispuesto a esperar. Un estudio europeo sobre adicción al consumo dice que 46% de jóvenes compra en exceso y 40% de los menores de 30 años paga siempre con tarjeta (práctica que induce al sobregiro). De hecho, para buena parte de los jóvenes sus opciones de entretenimiento se encuentran en los centros comerciales.

Quizá el mayor problema es creer que la compra es inmediata mientras la deuda sólo será temporal.

Este autoengaño es similar al discurso positivo del consumidor. The Regeneration Consumer realizó en septiembre y octubre de 2012 una encuesta entre 6,224 consumidores de Brasil, China, India, Alemania, Reino Unido y los Estados Unidos. Dos tercios de los entrevistados dijo que “como sociedad, necesitamos consumir mucho menos para mejorar el medio ambiente para las futuras generaciones” (66%), y que perciben “un sentimiento de responsabilidad que los empuja a comprar productos que son buenos para el medio ambiente y para la sociedad” (65%).

Sin embargo, ese propósito verbal se estrella con una realidad arraigada en las prácticas de consumo: la mayoría dijo que compraría más productos que son ambiental y socialmente responsables si “se desempeñaran tan bien, o mejor, que los productos que usualmente compran” (75%), “no costaran más” (70%), “las declaraciones sobre salud y ambientales fueran más creíbles” (64%), o si los propios consumidores “tuvieran un mejor entendimiento sobre qué hace a los productos ambiental o socialmente responsables” (63%), o si “pudieran ver beneficios ambientales o sociales de los productos de manera inmediata” (63%).

Pensar distinto es un avance, sólo si va acompañado de cambios prácticos. En Reino Unido y Alemania, la mayoría de las familias vive con deudas que superan su nivel de ingresos. En España, a pesar del derrumbe financiero vivido al final de la década pasada, el endeudamiento de las familias se incrementó en 63% entre 2004 y 2012.

Es una oleada global y los consumidores mexicanos están siendo empujados en esa dirección. Por ejemplo, durante El Buen Fin de 2012 creció en 55% el uso de tarjetas de crédito, respecto al año anterior, en una venta masiva de bienes no indispensables.

Si las autoridades realmente quieren ayudar al consumidor deberán frenar el estímulo al consumismo y respaldar las campañas orientadas hacia un consumo razonado y sustentable que no hipoteque el futuro de las nuevas generaciones.

______________________

Artículo de Alejandro Calvillo, nuestro director de El Poder del Consumidor, con la colaboración de Gerardo Moncada, nuestro director de Transporte Eficiente y Calidad del Aire, publicado en EmeEquis > ir

Notas relacionadas

El día del amor… al desperdicio > leer

¡Aguas! El Buen Fin puede ser… sin fin > leer

Por servicios financieros seguros, justos y competitivos > leer

Plataforma por el Consumo Sustentable en Río+20 > leer

El consumo ante la crisis > leer